Y por fin se acabó el verano. Que parecía que no se iba a acabar, oye, que no hemos pasado un verano más caluroso que este desde que tenemos recuerdos. Recuerdos. Ah, qué recuerdos tan entrañables de este estupendo campo de golf al que nuestra querida asociación llevaba, y ya no recuerdo cuántos, muchos años sin regresar. Qué recuerdos del intrincado bosque que te espera nada más empezar a jugar y empiezan a venir a tu mente golpe tras golpe: que si recuerdo que aquí perdí bola una vez, que si aquí me pasé de largo el hoyo y me fui al barranco aquel año, que si aquí he tripateado siempre… ¡qué bonitos recuerdos! La catástrofe, para algunos, se nos hacía inevitable nada más empezar la vuelta, “ya llegarán hoyos más sencillos” me decía mi voz interior, pero el daño ya estaba hecho. Quizá por haber arruinado la vuelta nada más empezar imaginaba los hoyos 8 al 18 como un bálsamo de recuperación del ánimo y volver a jugar al golf; recordaba amplios espacios, calles más anchas, greenes a la vista desde el tee, terreno llano y… agua… mucha agua… Ah, que dura es la vida del hándicap alto. Ya no recuerdo cuando tuve hándicap bajo (¿lo tuve alguna vez? yo siempre pensé que sí, quizá me fallan los recuerdos). Ahora comprendo por qué el ganador de la lista hándicap Daniel Adán nos puso a todos en fila: ¡era la primera vez que jugaba este campo! Claro, no tenía recuerdos tan bonitos como yo… También Gerardo Corral nos puso en fila con su victoria scratch, pero quizás para un hándicap bajo como él los recuerdos de antiguos rabazos no son tan intensos. Bien jugado por los dos. También recuerdo, porque venían en mi partido, que Carlos López se llevó dos ¡dos! premios a la bola más cercana (tuvo la osadía de birlármelo por centímetros en el 5) y Juanan Villanueva se llevó otro. Sé que Tales Azzoni, porque me lo han contado, se llevó también uno. Bien jugado a los tres. De este torneo me llevo el recuerdo de la cerveza que más he disfrutado en los últimos tiempos (no soy muy exigente) y el magnífico día de verano en otoño que nos ha regalado el campo. Tampoco olvidaré que nuestros torneos nos reúnen con buenos y viejos amigos, y es que siempre es un placer encontrarme en el campo del honor con nuestro José María Izquierdo, y que por muchos años así sea. ¡Nos vemos en La Dehesa!