Rebujitos y volantes en Sevilla, mientras, en Pamplona se oyó “m’an que pierda”, al tiempo que el patronímico de la ciudad resucitaba ante el Villareal. Rivalidad para escribir un libro. Casualmente Barcelona se llenaba de libros bajo la protección de San Jorge, mientras que el más temido de los actuales dragones de la raqueta, Carlitos Alcaraz, un chico que en la pista sabe latín, acababa con el griego Tsistipas, en un pis pas. Curiosa imagen, un “mursiano” aplaudido en Barcelona.
En Madrid, el barrio de Las Rosas, guardaba un puñado de silencio en sus calles mortecinas a la puesta del sol. Sus rojiblancos vecinos habían sucumbido en la efervescente Barcelona del día de la literatura y las rosas, el escenario ideal para que los mandamases de la política, y quienes aspiran a serlo, se rebozasen de popularidad procurando hacernos creer que les interesa la cultura, mercadeando obscenamente con las letras.
Pero, ¿y…? ¿qué pasaba en ese tiempo junto al Eresma? ¡Ay amigos!, allí, un grupo de esforzados deportistas peleaban denodadamente por ser los mejores en esa deliciosa pradera salida de la cabecita de Chema, el gran Olazábal. En la Faisanera lidiamos, sin capote y pero con la muleta del hándicap, con 18 bravos greenes huyendo siempre que podíamos de la arena que, en un campo de golf, es la que más cornadas reparte.
Y, mientras sevillanos, barceloneses, murcianos y madrileños gozaban o padecían; mientras rosas, letras, brindis, llantos y raquetazos, llenaban los aires de ese 23 de abril, y a pesar de que en tal fecha se celebra el día de la lengua española y el de la inglesa, nosotros, con el put en la mano jurábamos en arameo. Porque, no nos engañemos, este deporte nuestro, tan amado, despierta a veces en nosotros al balandrón que llevamos dentro. Muy valientes antes de… y acoquinados después de… siempre teniendo en cuenta, eso sí, que “el green está muy pisado, lento, pinchado, rápido, irregular…”, por supuesto.
La cosa es que, en un día apacible, con alguna racha de viento fresco y el sol entrando y saliendo de su escondite, a unos les fue bien, a Los Golfos del golf por ejemplo, que fueron los vencedores. Y ya no les digo a ese superdotado que se marcó 44 puntazos para ganar el torneo. A otros, un poco menos. ¡Ah! ¿No les había contado que jugábamos un torneo de los, Clubes sin Campo? ¡Jo!, que despiste.
Pues sí, allí fuimos Sanjurjo, Tomás, Mario, Adriángela, Jesús y el que esto firma a pelear denodadamente para defender nuestros colores, tocaba rojo, con la mejor voluntad y el esfuerzo debido. Ya sabéis, esto es como siempre, a unos los hados los llevaron en volandas y a otros los diablillos del golf les chamuscaron el resultado con la insidiosa eficacia que exhiben cuando se cuelan en tu bolsa. Hubo, voluntad, trabajo y suerte que es uno de los golpes más eficaces para mejorar el resultado. Y risas, que, al fin y a la postre, jugamos para divertirnos y es bueno regar el swing con sonrisas para que florezca la victoria.