Y sí… perdimos la Ryder. Caímos con honor, eso sí, 7 a 6 frente al equipo de Aproach, que revalida título al mando de un gran capitán, David Pozo. Se ve que al espíritu de Von Hagge le gusta más coser que contar porque ¡ay El Encín! ¡Qué greenes!! Baste decir que se los conoce como los Alpes de Alcalá. Es cierto que las caídas son para todos pero también lo es que nuestros contrincantes las han visitado más que nosotros y a algunos les asoma el piolet en la bolsa de palos, así que háganse una idea. Me hubiera gustado empezar esta pieza hablando de la repentina irrupción del invierno en este largo verano del otoño madrileño y contar que el dios del golf, si lo hubiera, nos favoreció con Lorenzo, que asomó la gaita por el este, como suele, y trató de mitigar los cuatro graditos que reinaban a las 9,30. A las once ya lo había conseguido. Pero, el golf, siempre tan juguetón, me obliga a empezar por el dolor antes que por el placer. Me gusta imaginar que hay un infierno para diseñadores de campos. Es una inabarcable superficie de mármol blanco, tan plana como el encefalograma de Donald Trump, en la que el diablo les provee de una cucharilla de plástico: ¡quiero 18 hoyos para las doce!! les grita, y los deja allí vigilados por el ectoplasma de Patric Reed que les espeta: ¡¡ No quiero ver ni un picachón boys, que me conozco todas las trampas !! Bien, vayamos al tema. Muchas sonrisas para empezar, buenos deseos y los ánimos a tope. Aun no había sonado el cohete. Las huestes afinaban sus drivers para abordar un Match Play, modalidad greemsome. El Encín esperaba manso como un cordero bendecido por el rocío y en perfectas condiciones de revista. En el bolsillo trasero llevaba yo mil perdones. Ya se sabe que en greensome te la dejan dada y la mandas a Pekín, un lugar que en El Encín suele estar en el collar de green o más allá. ¡¡Pum!! Y allí fuimos, todos a una y con distinta fortuna. No me hizo falta ser ubicuo para saber que unos partieron la calle en dos, otros se fueron al agua en el 16 y que la mayoría nos conformamos con que el compañero no nos mirase con cara de estar pensando ¡¡¡¡forrabolas!!!! La mía, al rough de la derecha en el 18 pero Pepe, que es un recuperador de la escuela de Seve, la puso en calle comme il faut. Y fueron pasando los hoyos entre plegarias, (¡Dios!) exhortos (¡vuela, vuela!), deseos, (que no esté enterrada) exabruptos (¡¡mecagüen…) y epítetos (¡puta bola!). Es la lengua española tan amplia y divertida o como diría Sancho Panza: “Es querer atar las lenguas de los maldicientes lo mismo que querer poner puertas al campo”. Unos ganaron en el último put del último hoyo. Menda y su lerenda, por ejemplo. Seis y cinco por jugar, Pastor, por ejemplo o cinco arriba y, al final, empate, Elena, por ejemplo. Cada partido una historia. La de José Manuel y Doroteo, dolorosa por ese último hoyo que les ganamos. Loor a estos dos caballeros del golf.
Y lo bueno nos esperaba en la Santa Cruz, ¿hay mejor nombre para un restaurante asturiano? Las verdinas abriendo el menú, un escándalo. Fueron seguidas de un enjundioso rabo de toro o una merluza en su punto que hicieron olvidar recientes sinsabores. Y si en el campo hablaron los suines (swings en el idioma de don Guillermo), aquí el verbo se hizo lenguas y fluyeron las historias y las risas como si todos hubiéramos hecho el par del campo. Antonio Alonso, como siempre, hizo de Papá Noel, y nos regaló un jersey a todos y nos citó para una próxima Ryder en campo a elegir. Nuestro capi, el gran Miguel, también fue generoso y obsequió al capitán contrario con algunos “adminículos”* propios de este deporte. Agradecimientos, alborozo, brindis y camaradería para terminar una jornada que estamos deseando repetir. * La RAE lo aclara. P.D. Míster Robert Von Hagge no era un piernas a pesar de que se aparezca siempre en nuestras pesadillas cuando te despeñas por un Green. Este hombre, antes de cumplir 17 años , trabajó como caddy, luego fue dependiente en la tienda, luego reparó de palos de golf, fue caddy master y parte del equipo de mantenimiento de campos de golf, asistente profesional de golf, e ilustrador para revistas deportivas. Estudió en la Purdue University Agricultura School, y se especializó en arquitectura del paisaje. Además, apareció en los anuncios de Marlboro en televisión. Un renacentista del siglo XX. Como diseñador, hizo, entre otros muchos, Doral (Miami), Bosque Real (México), Buenos Aires Golf Club (Argentina) y Le Golf National, en parís (Ryder 2018). Dicho sea todo esto en su descargo.