Compañeros, estoy bien de salud, si decir eso ahora es políticamente correcto, pero estoy mal del coco. Es decir, y por ser directa: estoy cabreada. Os voy a explicar por qué. No es solo el coronavirus, no. No solo es estar encerrada tantos días ya y subiéndome por las paredes, no. No es porque la primavera se va a ir sin haberla saludado siquiera, no. Tampoco es por tener que cocinar a todas horas, que tengo dos caballeros en casa que no paran de comer, no. Y no es solo por haber dejado de jugar al golf, por mal que lo haga, que también. Ni es por los discursos de nuestros gobernantes, que cada vez que pones la tele te los encuentras en la pantalla como okupas permanentes. No, es, sobre todo, por nuestra Junta Directiva. Sí, amigos, habéis oído bien, no voy a permanecer callada más tiempo. Yo estuve en la Asamblea el 17 de febrero en El Olivar de la Hinojosa, hace ya un milenio, o casi. ¿Y qué nos dijeron los compañeros elegidos para representarnos y guiarnos hacia la felicidad golfista? Que íbamos a tener el mejor programa de la historia de la AEPJG, que íbamos a jugar más torneos que nunca, que se habían logrado acuerdos estupendos con los campos más relevantes, que se sumaban los amigos de Rtve, que tendríamos torneos allende los mares, que íbamos a vivir días de vino y rosas, o al menos de mucho césped y buenas puntuaciones. ¿Y qué fue de tanta promesa y tanta invención? Nada, como si fueran políticos profesionales. Nada. Es culpa del virus, diréis. Vale, no seré yo quien le niegue poder al bicho, pero no todo se le puede achacar a él. ¿Acaso los miembros de la Junta no fueron elegidos por su capacidad para decidir y por saber anticiparse a los acontecimientos? ¿Y qué han anticipado? En la pandemia nos han fallado, lo digo con pena. No han previsto las circunstancias, no han evitado el cierre de los campos, un hecho que hubiera podido mitigar los difíciles momentos que hemos vivido. Aunque hubiéramos tenido que jugar con mascarilla y dos guantes para evitar el contagio. Por no pensar, tampoco han tenido en cuenta a nuestros mejores jugadores, cuyo ego se va a resentir al no poder figurar este año en los primeros puestos de la lista. En fin, amigos, pasar la primavera encerrada en casa en lugar de andar golpeando a una pelotita díscola entre el verdor de los campos me duele, no lo puedo remediar, y me afecta al coco, como ya habréis comprobado. Que conste en acta, por favor.