El campo de Somosaguas daba el pistoletazo de salida a la edición 2016. A pesar de los esfuerzos de la Junta Directiva por promover esta sana y maldita afición, lo cierto es que en esta primera prueba la lista de inscritos no alcanzaba la treintena. Y en mayor o menor medida, los habituales de los torneos de la temporada anterior estábamos en el campo de la prestigiosa urbanización. El frío de los pasados días quedaba olvidado y el día se presentaba estupendo para disfrutar de una grata mañana jugando al golf, con el único pero del viento. Aunque en Somosaguas casi se puede ver a Ronaldo salir de su casa cabreado por el juego de su equipo, el campo de nueve hoyos continúa en un estado de nula mejora. Eso sí, un green fee de solo 10 euros!! En el aspecto deportivo, compartí partido con el que a la postre sería el ganador en categoría hándicap, Antonio Serrano, e Ignacio Tamargo que se conocía el campo al dedillo. Antonio, viajero infatigable, me comentó que solo juega seis o siete veces al año y cuando sale del club se olvida del golf. Pues a la chita callando se fue marcando un fantástico recorrido, se amarró al campo como los buenos saben hacerlo y en numerosas ocasiones la bola llegaba rodando al green para patear para birdie. Al final, 37 puntazos. Mi buen amigo Fernando Herranz debió jugar de miedo, con ese slice controlado que solo él domina e igualó en la tarjeta los mismos puntos de Antonio, que gracias a su hándicap más bajo se llevó el triunfo. En categoría scratch, el supersenior Crescencio Argüeso fue el ganador ante la ausencia de los hándicaps más bajos como Alfonso Aguilera, que un imprevisto atasco le hizo imposible llegar a tiempo. Crescencio, que pega a la bola que la revienta, es buen defensor que en el golf solo vale practicar, practicar y practicar. La pena es que algunos, como el que esto escribe, intentamos seguir sus sabios consejos y los resultados, de momento, no salen. La semana que viene en el Olivar habrá que volver a batirse el cobre. La imposibilidad de quedarme a comer (esas lentejas!) hace que esta crónica se quede un tanto corta y huérfana en chascarrillos, dimes y diretes que seguro disfrutasteis en el restaurante de Somosaguas. Claro que siempre existe la posibilidad de volver a quedar el décimo en el Olivar y volver a darle a la tecla, pero prometo mejorar. Nos vemos en el Olivar.